jueves, 19 de agosto de 2010

Construcción del Centro de Catequesis y Espiritualidad: "JUAN PABLO II"

PENTECOSTÉS Y LA FUNDACIÓN DE LA IGLESIA

Para muchos, el primer Pentecostés cristiano evoca la fundación de la Iglesia bajo la acción del Espíritu. Antes de dejar a sus apóstoles, Jesús les había prometido que les enviaría el Espíritu.

Los apóstoles se reunieron en Jerusalén, para esperar su venida. El Espíritu vino cuando estaban todos reunidos, el día del Pentecostés judío. Además vino de una manera bastante espectacular. Los apóstoles empezaron inmediatamente a predicar la Buena Nueva de la salvación, y todos entendían en sus respectivas lenguas, cuando se les predicaban las maravillas del Señor... La Iglesia había nacido definitivamente. He aquí en unas palabras cómo muchos cristianos se imaginan los hechos.


Pero muy pocos se preguntan por qué la Pascua está separada de Pentecostés por un período de cincuenta días. ¿Por qué la fundación de la Iglesia se refiere a Pentecostés, en vez de a la Pascua?. El don del Espíritu Santo en Pentecostés, ¿significa una especie de comienzo absoluto? ¿En qué sentido se puede decir que la misión universal comienza verdaderamente el día de Pentecostés? Los apóstoles, de hecho, van a dar testimonio de la Resurrección de Cristo, pero este testimonio no les induce a abandonar Jerusalén para ir a todas las naciones.


En resumen, tenemos que hacernos dos preguntas: por una parte, ¿cuál es el significado profundo del espacio de tiempo que separa la resurrección de Cristo y la fundación de la Iglesia en el día de Pentecostés? Y, por otra, ¿es realmente la fiesta de Pentecostés la fiesta por excelencia de la misión universal? Estas preguntas no son secundarias. Respondiendo a ellas ayudaremos a los cristianos a captar mejor la originalidad de su fe en Cristo resucitado y el alcance exacto de sus responsabilidades misioneras.

lunes, 16 de agosto de 2010

Pentecostés: la Venida del Espíritu Santo

Pentecostés era una de las tres grandes fiestas judías; muchos israelitas peregrinaban a Jerusalén en esos días para adorar a Dios en el Templo. Se celebraba cincuenta días después de la Pascua. La venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés no fue un hecho aislado en la vida de la Iglesia. El Paráclito la santifica continuamente : también
santifica cada alma a través de innumerables inspiraciones que son “todos los atractivos, movimientos, reproches y remordimientos interiores, luces y conocimientos que Dios obra en nosotros, previniendo nuestro corazón con sus bendiciones, por su cuidado y amor paternal, a fin de despertarnos, movernos, empujarnos y atraernos a las santas virtudes, al amor celestial, a las buenas resoluciones; en una palabra, a todo cuanto nos encamina a nuestra vida eterna”. Su actuación en el alma es suave, y apacible, viene a salvar, a curar, a iluminar.

Como creyentes en el Espíritu Santo, tenemos el dulce deber de anunciar que Cristo a muerto y resucitado para nuestra salvación. De la misma manera nos vemos necesitados de pedirle frecuentemente que lave lo que está manchado, riegue lo que es árido, cure lo que está enfermo, encienda lo que es tibio, enderece lo torcido. Porque conocemos bien que en nuestro interior hay manchas y partes que no dan todo el fruto que debieran porque están secas, y partes enfermas, y tibieza, y también pequeños extravíos que es preciso enderezar.

Es necesario también pedir una mayor docilidad que nos lleve a acoger las inspiraciones y mociones del Paráclito con un corazón puro. El Espíritu Santo nos mueve a la oración, a la lectura de la Biblia, a meditar una verdad de fe. El actúa sin cesar en nuestra alma. Es el Espíritu Santo quien nos impulsa suavemente al sacramento de la reconciliación para confesar nuestros pecados, a levantar el corazón a Dios, a emprender una buena obra, a dar un consejo sabio.

Acostumbrémonos a frecuentar al Espíritu Santo que es quien nos ha de santificar, a confiar en El, a pedir
su ayuda, a sentirlo más cerca de nosotros. Así se irá agrandando nuestro corazón, tendremos más ansias de
amar a Dios y por El, a todas las criaturas.